Las Piezas del Ajedrez » EL CIRCO LEGISLATIVO»
Por Efraín Esparza Montalvo
Hace mucho tiempo que dejé de seguir las sesiones en la cámara de diputados porque, a decir verdad, poco aportan socialmente nuestros representantes populares.
Los diputados a la 64 Legislatura son una especie de mercancía puesta al mejor postor; devalúan tanto su carácter de personas, que únicamente miran el signo de pesos en todos los actos que llevan a cabo, y para muestra un botón: el eterno conflicto entre los grupos parlamentarios para controlar los órganos de gobierno, especialmente la comisión de patrimonio y finanzas. Claro, allí donde el dinero corre a raudales, y donde se pueden ejecutar negocios a la medida para satisfacer las ambiciones de todos.
Mire usted, los diputados son tan, pero tan miserables, que su amor por el dinero los ha llevado a protagonizar sendas batallas entre ellos mismos que han trascendido los muros del edificio parlamentario. Nadie en la cámara de diputados quiere perderse el privilegio de enriquecerse a costa del pueblo, pues el tiempo es poco (apenas tres años), y el recurso es igualmente escaso.
Ya en una participación anterior en este mismo espacio había dicho que un diputado en Zacatecas gana mucho más que cualquier simple mortal: arriba de 215 mil pesos mensuales, libres de polvo y paja.
¿No le parece un exceso? ¿No cree usted que se trata de un insulto a la inteligencia de los ciudadanos, que todos los días nos partimos el lomo para merecer qué comer, y para llevar un modesto plato de sopa a nuestras casas?
Refiero lo anterior porque, además de la caricatura en que se ha convertido a la 64 Legislatura, el circo que protagonizan sus actores es verdaderamente vergonzoso, porque no conformes con reducir a peleas de vecindad la mal llamada glosa del informe, ni una sola iniciativa, ya no digamos una ley, han entregado a la sociedad para responder a los múltiples llamados de auxilio en momentos tan complejos como los que vivimos.
Por eso insisto en que, lejos quedaron aquellos debates parlamentarios que daban personalidad a quienes los protagonizaban, que hacían interesantes las discusiones en el pleno y que, como último recurso de interés, se peleaban los centavos del presupuesto, pues entonces sí había amor por el trabajo, y se entendía a cabalidad la importancia de la representación popular; hoy, para desgracia nuestra, tenemos como diputados a 30 bufones que en todo miran el signo de pesos, y que se pasean por el edificio legislativo porque, claro, hay que justificar los 215 mil pesos que mensualmente reciben como dieta, aunque eso implique tener que ir a dormirse a sus cubículos, o si bien nos va a los ciudadanos, a que los diputados bajen al salón de plenos a lo mismo, a ser improductivos y a ganarse el desprecio de todos nosotros.
Hasta la próxima.
Columnista.