La Piezas del Ajedrez «EL TAQUERO»
Por: Efraín Esparza Montalvo
Hace muchos años –25 por lo menos– estando recién casado y con una hija de apenas tres años de edad, trabajando y estudiando porque siempre tuve claro mi propósito en la vida, una circunstancia económica me llevó a tomar la nada difícil decisión de vender tacos en la calle (de cabeza, por cierto); tiempo después, otra crisis me hizo conocer el proceso de seleccionar, secar, limpiar, salar, dorar, y luego vender semillas de calabaza a las que “les faltaba un poco de sal” según me dijo alguna vez el Doctor Enríquez, mi mejor cliente por esos tiempos y que me compraba montones y montones de semillas. Más recientemente, como consecuencia de un despido laboral después de muchos años de trabajar para el Gobierno del Estado y donde figurativamente toqué los cuernos de la luna, me vi en la necesidad de trabajar de intendente y de jardinero en la Universidad Autónoma de Zacatecas, porque, aunque estaba deprimido y hasta derrotado en cierto sentido en ese momento, pensé: esta es la forma de lograr mi objetivo de dar clases en la UAZ, algo con lo que siempre he soñado.
De todas esas experiencias saqué lo mejor y me ayudaron a cumplir mis propósitos, y nunca, bajo ninguna circunstancia y por miedo al qué dirán, ocultaré mi pasado laboral. Precisamente, por lo que eso significa quiero referirme al título de esta colaboración: “el taquero”. Resulta, que, desde septiembre del año pasado, por lo menos, y como consecuencia del arribo de David Monreal Ávila al Gobierno de Zacatecas, de la nada, surgió una clase de “analistas” que todo lo sabe, todo lo puede, y todo lo logra, hasta lo inimaginable para quienes la integran. Esos “expertosentodo” tienen la peculiaridad de que, todos, sin excepción, cobraron cantidades millonarias en los gobiernos anteriores, y hoy, sin esa fuente de financiamiento, ahogados en su mezquindad y adoloridos por la falta de atención del grupo gobernante, imponen adjetivos a quienes legítimamente acompañan al Ejecutivo en la noble tarea de servir a los ciudadanos.
Referirse como “el taquero” al coordinador de comunicación social, Gerardo Flores, o, “aplaudidores” a quienes lo acompañaron en una reciente reunión privada, o “quien se dice gobernador” cuando hablan del propio David Monreal, dice más de ellos que de los aludidos, pues los bramidos que salen de sus plumas, o de sus bocas cuando sueltan el veneno, así lo demuestra.
¿Desde cuándo es motivo de vergüenza vender tacos en la calle, para sobrevivir?, o ¿qué tenemos que hacer los ciudadanos para parecer decentes a los ojos de los demás, particularmente de quienes lloran por sus privilegios de antes? No es con descalificativos ni con ofensas como vamos a convencer a nuestros lectores, radioescuchas o televidentes, de que existe un problema social urgente por resolver –si acaso lo hay–, porque los ciudadanos saben distinguir muy bien entre el interés general y el interés particular, y éste último es precisamente el que mueve a esos actores del periodismo chafa y ramplón, y que la sociedad conoce como “chayoteros”.
No es tampoco la forma de abrirse puertas porque, aunque hay quienes les aplauden sus fantasiosas columnas y sesudos “análisis”, más pronto que tarde necesitarán de sus víctimas pues, como sucedió en días recientes, un “crítico” del régimen tuvo que doblar las manos y acercarse a pedir ayuda frente a un problema familiar impostergable en su resolución; y claro, como era de esperarse, se le tendió la mano.
Olvidan esos facinerosos que nada dura para siempre, que todo tiene fecha de caducidad y que, cuando basas tu actuar en la mentira y en el engaño, poco te queda por rescatar pues todos en Zacatecas nos conocemos, y sabemos de lo que somos capaces; ciertamente unos eligen el camino correcto, y otros, como ellos, clasistas y racistas, aunque la naturaleza no los favoreció mucho que digamos, optan por ser así, y qué le vamos a hacer.
Lo que sí creo, porque entiendo la política comunicacional del Gobierno, es que no habrá un peso partido por la mitad para quienes, equivocada y mañosamente, se refieren a sus semejantes y compañeros de profesión como “taqueros”, “aplaudidores” y otros tantos epítetos en un afán de verlos chiquitos y orejones.
Yo, personalmente creo que la decencia y el respeto que gané al ser taquero, semillero y hasta limpiabaños, me dejó más satisfacción que haberme convertido en estafador y ladrón de pacotilla, como ellos. Hoy ando con la frente en alto, como seguramente lo anda también Gerardo Flores y otros tantos que no necesitamos de amagar con revelar información, a cambio de grandes sumas de dinero.
Eso no, no es de hombres.
Hasta la próxima.
Columnista.